LA GENUINA SANTIDAD vs LIVIANDAD ESPIRITUAL

El peligro de vivir por debajo de lo que Dios quiere

Ritchie Pugliese

              La Palabra de Dios en 2 Corintios 6:14-18 hasta el capítulo 7:1 dice lo siguiente:
“14 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? 15 ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? 16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. m 17 Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, 18 Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”

Esta palabra de Dios fue dada por el Espíritu Santo a través del Apóstol Pablo, pues la Iglesia de Corinto era una iglesia numerosa y muy carismática, pero carente del nivel de santidad que Dios requería para que ellos pudieran agradarle y glorificarle.

Hoy vivimos en tiempos semejantes donde se enfatiza demasiado las cantidades o el tamaño de una congregación y las manifestaciones exteriores del poder de Dios. Todo esto dentro de su contexto es de bendición, pero lo que quiero tratar en esta oportunidad es que detrás de todo eso hay un desequilibrio peligroso que es el de la falta de santidad y tolerar la liviandad espiritual. Así como la Iglesia de Corinto ayer, tenemos hoy una Iglesia que enfatiza la espectacularidad sin tener en cuenta la santidad.

El problema con el tema de la santidad es que muchos han confundido “religiosidad” con “santidad” y cuando alguien pretende hablar sobre el tema se lo acusa de ser religioso o legalista.

La santidad genuina, proveniente de Dios, no tiene nada que ver con la religiosidad ni con el legalismo. La diferencia entre una y otra es más grande que la distancia que existe entre el este y el oeste.

La religiosidad o legalismo es el esfuerzo (muchas veces bien intencionado) humano por agradar a Dios, pero está carente de la sustancia de la santidad, que es la presencia viva, santa del Señor. Todo queda limitado a “esto no se puede hacer o esto si se puede hacer” o “mi religión no me lo permite”, etc. Son conceptos exteriores aplicados en vez de convicciones y transformaciones interiores realizadas por el Espíritu Santo en la vida del creyente.

La genuina santidad es la que Dios produce a través de su Espíritu Santo en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo el que produce en nosotros el deseo de hacer lo que agrada a Dios y a la vez alejarnos de todo lo que nos pueda contaminar y frenar en nuestro crecimiento espiritual.


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